“Alito”, el ladrón de la brújula priista

Guayabera Político

Guillermo Hübner Díasz

Reconocer sus puntos débiles y aceptar los yerros cometidos en cada salida a la plaza electoral, para cobrar conciencia de la pequeñez o de la grandeza que encierra cada uno de sus actos, debía de ser un inaplazable ejercicio de humildad del presidente del CEN del PRI, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, para ganar un poco de respeto, reafirmar su militancia y conquistar nuevos y mejores seguidores.

Su última y escandalosa equivocación, fue la prolongación de su mandato hasta 2028 violando todo tipo de normas, estatutos y reglamentos, esto sin ningún mérito dado que durante su presidencia el partidazo de la revolución ha perdido casi todo, no ha ganado nada, acaso desprestigio sin medida.

Debía de saber “Alito” que el error y la equivocación son malos en sí pero también que, reconocerlos para enmendarlos y tratar de ser cada día un mejor dirigente, es un asunto muy saludable, pues evita caer en la arbitrariedad y en la intolerancia.

Pablo les decía a los primeros cristianos que en su debilidad radicaba su fuerza, buscando ilustrarlos en el sentido de que, al saberse débil, no caería en la soberbia, el peor de los males.

No obstante, para ser humilde es necesario un fracaso de vez en cuando; así se toma conciencia de que la conducta humana está sujeta al error y a la equivocación, pero este ilustre campechano tiene bloqueada la memoria, tal vez de recién nacido se le cayó a la enfermera golpeándose terriblemente la mollera.

¿Para qué casarse con ideas y prácticas nocivas, nefastas, y conductas condenables que sólo satisfacen el egoísmo de sus autores y desparraman males gravísimos por doquier?

Una de las características del ser humano es su capacidad para adaptase a las cambiantes condiciones del entorno, las cuales y salvo acontecimientos excepcionales, han sido provocadas por el mismo. El cambio está en la naturaleza de la humanidad y por ende en la de las instituciones y formas de organización que crea.

Los fundamentalismos, entonces, a los que tan proclive es el ex gobernador de Campeche, son la negación del cambio. Aferrarse a lo que ya no es, a lo que ya no existe, querer que las cosas sigan igual, el miedo a enfrentar lo desconocido, la cobardía para asumirse como parte del movimiento perpetuo, es una postura que le puede salir muy cara. A él y a su organización política que, dicho sea de paso, “no está para tafetanes”.

Entre las organizaciones que con mayor exigencia deben de atender los cambios, están los partidos, porque su mandato es interpretar la realidad y buscar su transformación mediante el empleo privilegiado de la política, hacer del cambio la razón de sus acciones que les permitan ir hacia donde la organización y sus miembros hayan decidido ir.

Cambio y permanencia constituyen la ecuación de la política. Cambio para adaptarse a una sociedad que se transforma. Permanencia para enriquecer los objetivos y principios y vigorizar las convicciones para transformar espléndidamente a una sociedad que exige educación, salud, justicia.
Que exige muchas cosas más.

Un dirigente, un partido que renuncia a reconocer los tiempos políticos y a hacer del cambio parte esencial de su estrategia, se desfasa y extingue; sencillamente porque pierde su capacidad para entender la realidad y a actuar frente a ella.

Apostar a la inercia, a probables errores del adversario, al cansancio y a la desilusión de los electores, a la apatía del cuerpo social, como estuvieron pensando durante el reciente proceso electoral el PRI y sus aliados, puede conducir a victorias pírricas, momentáneas, por la volatilidad del sufragio, pero jamás al fortalecimiento democrático ni a la construcción de corrientes socioculturales que restauren la confianza en la política y en los partidos.

Para el caso de que el PRI quiera en el futuro recuperar posiciones, no será de la manera pensada por “Alito”. El PRI –consejo gratis- tendrá que convertirse en un partido vivo, atento al pulso social y a los comportamientos colectivos, abierto a las nuevas corrientes de pensamiento, receptivo de las tendencias comunitarias que marcan pautas y definen el porvenir con decisión, sobre cuándo y en cuál dirección cambiar.

En esta capacidad de innovación se jugará su permanencia y futuro y el sitio que deberá de ocupar en un nuevo escenario político como el actual.

Las payasadas no conducirán al tal dirigente y a su partido sino al fracaso y al repudio general del electorado. Bueno, como ya está sucediendo; como ya ocurrió. Digo.