La falta de urbanidad de muchos políticos

Guayabera Política

Guillermo Hübner Díaz

 

De sobra conocida es la frase “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”, atribuida al filósofo y escritor español Miguel de Unamuno, cuando catedrático y rector de la célebre y muy antigua (la primera) universidad española, una expresión de lo más explícita para referirse a la actitud arrogante, quizá hasta altanera, de los estudiantes que asistían a sus aulas y veían de reojo o, por encima del hombro, a quienes quedaban fuera.
“Creídos”, “presumidos”, se les diría a estos españolitos que se creían edecanes de Dios, por el solo hecho de cursar estudios en esa primera universidad ibérica en vez de socializar y condescender, se ha pensado que la frase de Unamuno expresaba más bien incapacidad natural de los alumnos para el aprendizaje, de ahí que “lo que natura no da, “Salamanca no (lo) presta”, pero no. El dicho reprobatorio del sabio rector, fue más bien una sentencia condenatoria en contra de la arrogancia de los alumnos.
Toda dimensión guardada, considero que el espíritu de la expresión de don Miguel, muy bien podría aplicárseles, con relación a la actitud que asumen, a muchos políticos, hombre y mujeres, que, por el hecho de alcanzar determinada importancia al confiárseles el desempeño de alguna responsabilidad pública, comienzan a impulsarse hacia las nubes tratando de alcanzar el cielo parados sobre un ladrillo.
Y no se le vaya a ocurrir al amable lector enviarle a alguno de estos su reconocimiento o felicitación deseándole buenos logros, porque sencillamente no le va a contestar el saludo, o lo hará pasado el tiempo generándose un agravio.
Hay que enseñarles algo o mucho de urbanidad, no porque anden escupiendo en la calle molestando a la gente, se estacionen en lugares prohibidos y hasta en doble fila, instruyan a sus secretarias para que mientan y digan (para no atender a quien los busca), que están en una reunión y que no sabe cuánto va a durar, que el jefe no está, que estuvo temprano, pero fue llamados a La Quinta, etc., etc.
No. Es porque la educación se mama y no por ser político deben de descuidarse o perderse los buenos modales, pero sobre todo corresponder con cortesía a todo gesto amable que se tenga con ellos.
Se supone -el sicólogo y el siquiatra dixit- que los políticos son personas normales y, por lo tanto
tendrían que demostrar su normalidad como personajes públicos representantes de los ciudadanos que son, comportándose doblemente mejor, pensándose que se muestren contentos ante los demás porque se les confirió el privilegio de servir, de demostrar en un momento determinado que son seres útiles y necesarios, porque se les ha reconocido su mérito, etc., por muchas razones más que les prohíbe ser jactanciosos, insolentes, deslucidos.
Luego, se duelen, se quejan, cierran puertas cuando el periodista los llama por su nombre y les señala sus comportamientos equivocados, pierden de vista, también, que no es nada lógico ni apropiado en uno, que es completamente ilógico, absolutamente ilógico, que los periodistas premiemos, que los ciudadanos premien comportamientos inadecuados de políticos, hombres y mujeres, conocidos, medio conocidos y hasta totalmente desconocidos, faltos de educación, del respeto más elemental que debería de regir las relaciones personales de quienes dicen representarnos.
Ciertamente, hemos aprendido, la educación se mama; pero también que existen muchos chiches ciegos. Cuánta razón tenía don Miguel de Unamuno. “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”. Sea.